Apreciar la diversidad

A finales del año pasado, Guadalupe Nettel publicó bajo el sello de Anagrama su cuarta novela, titulada La hija única. El libro, inspirado en un hecho que le ocurrió a una amiga de la escritora nacida en la Ciudad de México, narra la historia de Alina, una mujer que durante toda su vida está convencida de no querer ser madre, y, sin embargo, cambia de opinión solamente para descubrir que la hija que viene en camino no podrá sobrevivir al nacimiento.

La narradora —que, a diferencia de lo que sucede en otras novelas de Nettel, no guarda tanta cercanía con la autora— es Laura, otra mujer que está totalmente segura de no querer ser madre, pero a quien la vida insiste en confrontar con la maternidad en distintas formas: unas palomas dejan un huevo en el patio de su casa y es ella quien tiene que hacerse responsable de él por algún tiempo; sus vecinos, Doris y Nicolás, madre e hijo, respectivamente, quienes no atraviesan por un buen momento familiar; y con su propia madre, de quien se ha ido distanciando lentamente.

Escrita con mucha sensibilidad y una sencillez envidiable que no le resta profundidad, La hija única es una historia sobre la maternidad, pero también sobre lo que representa ser hijo, sobre la necesidad de comprender, abrazar y disfrutar la diversidad, y sobre la importancia de responsabilizarnos del cuidado de las personas que nos rodean y con quienes compartimos nuestros días.

La hija única, Guadalupe Nettel, Anagrama, Ciudad de México, 2020, 235 páginas

Por Fernando Hernández Urías