Año 2040. Aunque todo mundo sabía que ocurriría, nadie pudo hacer nada. Primero cae Asia. Más de 140 millones de personas en países como Indonesia, Vietnam, Filipinas y Camboya pierden sus empleos. Los abusos laborales y la esclavitud se vuelven cosa común. La causa es simple: la automatización del trabajo.
Los periódicos, así como los guiones de películas y de series de televisión, son escritos por máquinas inteligentes; en todo el mundo, los restaurantes ofrecen en su menú platillos elaborados por robots; las consultas médicas son realizadas por escáneres; en las tiendas digitales se venden muebles, música y pinturas hechas por algoritmos inteligentes y la poca gente que todavía visita la sucursal de un banco o de un supermercado se encuentra con que es atendido por androides. Todo ha sido automatizado y los humanos necesitamos nuevas formas de obtener dinero.
Este panorama de ciencia ficción nos obliga a reflexionar sobre el ingreso básico, una propuesta que, aunque podría seguir pareciendo radical, cada vez es más necesaria según varios expertos y consiste en la repartición periódica de dinero por parte de un gobierno a los habitantes de un país sin importar su edad, su género o su situación laboral. Y uno de los textos más completos es Ingreso básico. El libro, dividido en ocho capítulos, revisa a profundidad la historia y la viabilidad de esta medida, así como las razones por las que habría que apoyarla.
Ingreso básico, Philippe Van Parijs y Yannick Vanderborght, Grano de sal, México, 2017, 476 páginas
TEXTO POR: FERNANDO HERNÁNDEZ
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