“¿Qué es lo que hace que una vida sea como es?”, se pregunta Jules Moreau, protagonista de El fin de la soledad, desde la cama de un hospital. Acaba de despertar del coma que le provocó un accidente en motocicleta. El saldo: una pierna enyesada y una clavícula vendada. Pero no es la primera vez que Jules está cerca de la muerte. Cuando tenía apenas 11 años, sus padres murieron en un trágico accidente, y la vida del pequeño y sus hermanos se quebró repentinamente.
Ahí da inicio un viaje al pasado, a veces triste, siempre muy emotivo. El hombre recuerda a su madre cantando en Navidad y a su padre aconsejándole que encuentre a un amigo de verdad y se aferre a él con todas las fuerzas. Piensa también en su hermana mayor, Liz, de la que todos están enamorados; y cuenta las aventuras de su hermano, Marty, el de en medio, con su nariz aguileña y su amor por las computadoras. Entre recuerdos aparecen también su inseparable mejor amiga Alva y la tía Helene, quien pasa los días bebiendo vino y rellenando crucigramas. Y aunque el argumento puede parecer simple, la historia, escrita de una forma sencilla y llena de sentimientos, atrapa al lector desde las primeras páginas.
La emocionante novela —que ha sido traducida a 24 idiomas y de la cual se han vendido más de 300 mil ejemplares— habla sobre muchas cosas: amor, inocencia, desconcierto, tristeza, negación y sobre las tragedias que nos obligan a madurar.
El fin de la soledad, Benedict Wells, Malpaso, Barcelona, 2017, 284 páginas
TEXTO POR: FERNANDO HERNÁNDEZ
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